Cómo no he de adorarte, Jesús mío, si eres el suave manto de rocío que ha revivido mis raíces secas
Si truecas en esperanza ardiente mi hondo hastío
¿Quien como Tu, Jesús?
Que das al río cauce y corriente que jamás se agota
y que haces estallar la estéril roca
en fresco manantial para el estío.
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