Siempre pienso en esta parábola que egoistas son los dos hijos. Piensan en ellos. El que se va, disgusta a su padre y regresa por los bienes materiales. El que se queda piensa en su herencia y no en el dolor del padre. ¿Es que ninguno ama como el Padre?
Recuerdo a Francisco de Asís corriendo por los bosques y los pueblos gritando: El Amor no es amado.
El Padre Ama, es más, el Padre es Amor. Los hijos que fueron creados a su Imagen y Semejanza deberían ser como un espejo donde el Padre se mirara.
El Padre se sienta y espera, ama y respeta la libertad del hijo. Ama y se alegra con su regreso y hace una fiesta porque su corazón rebosa de alegría, aunque el hijo piensa sólo en lo bien que comía en la casa del Padre, no piensa en la herencia que tiró, gastó, despilfarró. Cuando nos vamos del Padre, nos llevamos lo que Él nos dio, pero lejos de ël se acaba todo.
El otro hijo, cumple por deber, por obligación, pero no por amor. No se alegra con el Padre, cree que tiene derechos: ¡Dios mío! ¿por qué permites esto? yo no hago daño a nadie, cumplo y Tú no me haces la fiesta que le haces a mi hermano. ¡Qué pena! no se enteró que él estaba siempre de fiesta por estar con el Padre.
Las figuras de los dos hijos con los que Jesús nos compara en la parábola es terrible. El consuelo es que Él siempre ama y el amor no es egoista, no piensa mal, no pide, lo da todo……¡Cómo lo deíó de conocer S. Pablo para describirlo tan bien!