Paseaba por una calle de mi ciudad. Meditaba sobre lo poco que hablaba de Dios lo que veía: kioscos de prensa atiborrados de revistas y periódicos y….NI UNO SÓLA PUBLICACIÓN QUE HABLARA DE DIOS, escaparates llenos de moda, electrodomésticos que prometen la felicidad, viajes a sitios exóticos….todo a cómodos plazos….
Paso por delante de una Iglesia. Es en un bajo de un moderno edificio, sólo una cruz de metal, apenas visible, la distingue de un garaje de cemento.
Mi pensamiento recuerda las Iglesias románicas, góticas…y entonces el Espíritu habló con toda claridad en una voz de mujer muy cariñosa que decía: Padre nuesro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre…¡Qué escena tan llena de ternura puso Dios delante de mí! Me adelantó la dueña de la voz, tendría unos 25 años, iba vestida de forma muy moderna y llevaba en los brazos a una niña de dos años que sonreía, y con su manita señalaba la cruz de la pared. No puedo expresar con palabras lo que mi corazón sintió porque vi la acción de Dios en el alma y aprendí de una vez lo que Jesús dijo tantas veces: NO TEMAIS.