
Dios y yo mantenemos una relación desde hace muchos años. Yo no lo sabía aún, pero Él soñaba conmigo y tanto soñó, y tanto amó que un día dijo: "Hágase". Entonces mi madre y mi padre lo escucharon en su corazón y dijeron: "Sí". Y yo fui.
No me enteraba de nada pero ya estaba. Él me sonreía y mi madre me acariciaba a través de su vientre. ¡Cuanto cuidado puso Él en mí!. Me dideñó unos ojos estupendos, me dió un cuerpo capaz de albergarme cuando saliera fuera y con mucho cuidado terminó su obra y dijo: "Vete a ver la Luz" y yo salí.
Los brazos de mi madre me acogieron con ternura y Dios me sonreía. Comencé a crecer y a conocerlo, cuanto más lo conocía más crecía.
Ahora sé que nunca me abandonó, aunque a mi me lo pareciera, mis sentidos me engañaban y mi miedo me paralizaba para confiar, sin embargo Él no me dejó.
Como enamorado me rondó, me esperó y se me declaró: "Te amo, ¿quieres dejar tu vida en mis manos? ¿no crees que son las mejores?" Aquel día nos comprometimos: Él cuidaría de mis cosas y yo de las suyas. Jamás falló a su promesa, yo ya no puedo decir lo mismo aunque, con su ayuda, voy haciendo algo, y maravillándome de que me ame tanto.
Nuestra relación es de amor eterno y para siempre. A veces me detengo en los falsos brillos, pero siempre retorno a Él , porque conociéndolo todo lo demás es nada y con Él todo es. Él me llena y me colma. Con Él experimeté la felicidad más grande que se pueda imaginar y, aunque a veces parece ocultarse, yo sé que está aquí. Sólo quiere mi fe y matar mi miedo.
Jamás encontraré un novio que me corteje mejor, un marido que me ame más, un padre que me cuide mejor, una madre que me de más ternura, un amigo que me sea más fiel.
Y espero, espero mañana como el nuevo día en que mi Amado y yo paseamos por el jardín de la vida.