
Inmaculado Corazón de María, deseo consolarte todos los días de mi vida. Humildemente deposito mi existencia bajo el amparo de tu manto. Reina, Señora, Madre y Amiga, gracias por ser consuelo en mi llanto, alegría en mis penas, refugio en la tormenta, tranquilidad en la zozobra.
Llena de Gracia, el Señor es Contigo, te pido que intercedas por todos los que lean estas líneas, como lo hiciste en Caná de Galilea.