El buen samaritano
Comentario sobre el evangelio de S. Lucas, 10,25-37 de San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia:
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó.” (Lc 10,30) Jericó es un símbolo de nuestro mundo donde, después de haber sido expulsado del paraíso, de la Jerusalén celestial, Adán descendió… No es el cambio de lugar sino de conducta lo que originó su exilio. ¡Qué cambio! Aquel Adán que gozaba de felicidad sin inquietud, tan pronto como descendió a los pecados del mundo, encontró a los ladrones… ¿Quiénes son estos ladrones sino los ángeles de la noche y de las tinieblas que se disfrazan a veces de ángeles de luz (2 Cor 11,14)?… Empiezan por despojarnos de los vestidos de la gracia espiritual que habíamos recibido y así nos hieren. Si guardamos intactos los vestidos que hemos recibido, los golpes de los ladrones no podrán herirnos. Guárdate, pues, de dejarte despojar, como Adán, privado de la protección del mandamiento de Dios y desnudo del vestido de la fe. Por ello le alcanzó la herida mortal que hubiera hecho caer a todo el género humano, si el Samaritano no hubiese descendido a curar sus heridas.
No es un cualquiera este Samaritano. Aquel que fue despreciado por el levita y por el sacerdote, no fue despreciado por el Samaritano que descendía. “Nadie ha subido al cielo a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre.” (Jn 3,13) Viendo medio muerto a este hombre, que nadie antes de él lo había podido curar, se acerca, es decir: aceptando sufrir con nosotros, se hizo nuestro prójimo y apiadándose de nosotros se hizo nuestro vecino.
ORACIÓN
QUIERO AMAR, Señor.
Y quiero el amor limpio, sincero, alegre.
Quiero el amor que no devuelve mal por mal.
Quiero el amor que siembra la paz.
Hazme sensible, Señor,
a las necesidades de mis hermanos.
Hazme Buen Samaritano en mis actos.
Hazme hombre bueno
entre los que me rodean.
SEÑOR Que mi amor no sea fingido.
Que ame a quien lo necesita.
TE PIDO HOY, JESUS:
Por los que amaron un día
y hoy dicen que
la vida es para vivirla,
antes que para ponerla
al servicio de los semejantes.
Por los que no son capaces de dejarse amar.
TE AGRADEZCO TU AMOR, SEÑOR.
Un abrazo, amiga
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No es un cualquiera este Samaritano. Aquel que fue despreciado por el levita y por el sacerdote, no fue despreciado por el Samaritano que descendía. “Nadie ha subido al cielo a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre.” (Jn 3,13) Viendo medio muerto a este hombre, que nadie antes de él lo había podido curar, se acerca, es decir: aceptando sufrir con nosotros, se hizo nuestro prójimo y apiadándose de nosotros se hizo nuestro vecino.