Primera Lectura de la Eucaristía de hoy
Santiago 3, 13-18
Hermanos míos: ¿Hay alguno entre ustedes con sabiduría y experiencia? Si es así, que lo demuestre con su buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero si ustedes tienen el corazón amargado por envidias y rivalidades, dejen de presumir y engañar a costa de la verdad. Esa no es la sabiduría que viene de lo alto; ésa es terrenal, irracional, diabólica; pues donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas.
Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.
Meditación
En el mundo de las universidades, y en general en nuestro medio, es fácil confundir la sabiduría con la inteligencia, cuando que estas dos cosas son totalmente distintas, ya que la inteligencia tiene que ver con nuestras capacidades mentales, mientras que la sabiduría tiene su fuente en Dios mismo.
La primera nos ayuda a destacar en la escuela y en general en el mundo, mientras que la segunda es realmente la fuente de la felicidad, como lo vemos en el texto que nos presenta hoy la liturgia. Veo hoy cómo hay mucha gente que se pasa horas en las bibliotecas, estudiando, investigando; gente que busca por diferentes formas sobresalir intelectualmente y tener el mayor conocimiento del mundo para ir tomando puestos en la sociedad y en el gobierno, más importantes y mejor remunerados, y no es que esto esté mal, el problema estriba en que muchas de estas personas dedican poco o nada de tiempo a complementar esa inteligencia de las cosas, con la sabiduría divina, dedican poco tiempo a la oración y a la meditación de la Palabra de Dios.
Esto hace que sus decisiones no cooperen para el enriquecimiento de la sociedad, y sobre todo, para crear un mundo en donde haya más amor, más paz y más justicia. Es pues importante crecer en el conocimiento humano, pero lo es más, crecer en la sabiduría divina, pues ésta, al final del día, es la que nos proporcionará los criterios que mantendrán en equilibrio nuestra vida y nos permitirán conocer el pensamiento de Dios. Así pues, balancea adecuadamente tu vida.
Pbro. Ernesto María Caro
«Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia».