Mi buena amiga y hermana, Carmen me manda una reflexión muy buena para animarnos a continuar toda nuestra vida creciendo en el amor a Dios:
No podemos quedarnos con lo aprendido para la Primera Comunión. Un cristiano enamorado de su fe, que valora el don de la fe y ama a Jesucristo como lo primero en su vida, debe seguir leyendo el Evangelio, rezando cada día, profundizando en el estudio. No podemos dejarnos arrastrar por la serie de TV de moda, por el consumismo, por el lema “sé feliz a costa de lo que sea”. Todo pasa y tenemos un alma que salvar. El dicho “Aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada” nunca dejará de tener vigencia.
Tenemos una responsabilidad ante Dios de formar a nuestros hijos en el amor a Dios (“Dejad a nos niños que vengan a Mi” dice Jesús). Que vean los niños rezar a sus padres es importante. Si los padres valoran el dinero por encima de todo, sus niños serán iguales porque ellos absorben todo lo que ven en sus padres como si fueran esponjas. Ya pueden tener un catequista estupendo, si no ven que sus padres valoran la fe en el día a día, acabarán abandonando esa fe de museo.
La verdadera felicidad es llevar una vida unida a Dios, contando con Dios; al margen de Dios nos estaremos engañando y no llegaremos a la verdadera felicidad. La vida, a la larga, es más fácil con Dios. Animo, decidámonos a ir contracorriente, a vivir nuestra fe por encima de todo, Dios nos ha dado todo con el mayor amor, todo será poco para corresponder.
M.C.L
«La verdadera felicidad es llevar una vida unida a Dios, contando con Dios; al margen de Dios nos estaremos engañando y no llegaremos a la verdadera felicidad. La vida, a la larga, es más fácil con Dios. Animo, decidámonos a ir contracorriente, a vivir nuestra fe por encima de todo, Dios nos ha dado todo con el mayor amor, todo será poco para corresponder. «
Probablemente lo que pasa es que algunos creen que buscar a Dios es aparentemente más difícil y exige más esfuerzo que dejarse llevar por la corriente, y no se dan cuenta que lo que se recibe y experimenta a cambio realmente vale la pena. Es como en el libro Juan Salvador Gaviota, a pesar de las vicisitudes, la búsqueda de Dios te lleva a una paz y felicidad tan plenas que no podías ni soñar que existían. El que lo experimenta siente la imperiosa necesidad de que sus hijos también vivan ese tesoro.