Dios mío, nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas.
Por eso decido vivir en adelante sin ninguna preocupación,
descargando sobre ti todas mis inquietudes.
Tú, Señor, y solo tú, has asegurado mi esperanza.
Me pueden despojar de los bienes y de la reputación;
las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte;
yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado;
pero no perderé mi esperanza.
La conservaré hasta el último instante de mi vida,
y nada ni nadie me la arrancará.
Confíen otros en su riqueza o en sus talentos;
en la inocencia de su vida,
en sus buenas obras, o en sus oraciones.
Yo solo tengo mi confianza en ti.
Tú, Señor, solo tú, has asegurado mi esperanza.
Jamás frustró a nadie esta confianza.
Estoy seguro de que seré eternamente feliz,
porque firmemente espero serlo,
y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero.
En ti esperé, Señor, jamás seré confundido.
Sé que soy frágil e inconsciente; sé cuánto pueden las tentaciones;
he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento;
pero nada de esto me hará temer.
Esperaré siempre, porque espero de ti esta invariable esperanza.
Estoy seguro de que lo puedo esperar todo de ti,
y de que conseguiré todo lo que haya esperado de ti.
Espero que me harás triunfar en mi debilidad.
Espero que me amarás siempre.
Y, más aún, te espero a ti, de ti mismo,
para el tiempo y la eternidad. Amén.
Biografía de San Claudio Colombiere
Dios mío, nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas.
Un abrazo