Cuarenta días estuvo Jesús en el desierto. Allí se despojó de todo: familia, amigos. casa. dinero, seguridades y apoyos humanos, y allí se entregó, totalmente y de una forma perfecta, al Padre.
¿Cómo serían esos 40 días en el desierto? Yo me los imagino así: Jesús despierta con el amanecer y da gracias al Padre por el nuevo día. Se arrodilla y ora para que su alma respire. En ese diálogo de Amor de las tres Personas de Dios, tiene Él su alimento. El día de Jesús es oración y entrega a la voluntad del Padre. El sol se pone y Jesús, en la noche, se abandona en brazos del Padre para el descanso de su cuerpo. Da gracias por el día que pasó y cierra sus ojos. Así vivió el Señor 40 días y noches.
Con toda la fuerza interior que le dio la oración y el dominio de si nos enseñó como hacer frente a las tentaciones, como prepararse para trabajar en su Reino y como conseguir en esta vida las primicias de la salvación.
¡¡Amen!!