Santa María se fue al cielo con un cuerpo glorioso y un alma sin mancha. Ella venció el mal toda su vida en la tierra por eso el Señor la premió liberándola de la muerte. Alegrémonos porque una hija de nuestra raza está en el Reino con su alma y su cuerpo.
Madre querida, ayúdanos a imitarte en el seguimiento de tu Hijo, Jesús. Amén
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