Sin Dios mi camino como peregrina de la fe no existiría. No voy sola, de vez en cuando se hace visible mi eterno compañero; aunque mis ojos no lo reconozcan, mi espíritu salta de gozo y al partir el pan sé que Él está a mi lado.
A veces me paro a mirar las luces de la nada en las calles, o el poco brillo de una moneda, entonces Él me avisa con dulzura pero, como dentro tengo ruido, no me entero y es tanta mi sordera que a veces me tiene que empujar para que siga. ¡Benditos empujones que me acercan a Dios!
en la vida de alguna forma fuimos como los emaùs yo lo fui