Atraviesa el desierto de la Cuaresma en tu vida, profundiza en el Vía Crucis y haz tuya la nueva estación: La Resurrección. Porque, para poder vivir para siempre, necesitas purificarte en el desierto de forma que al alma no le llegue nada que la distraiga a través de los sentidos y así busque a Dios. Entonces vas a necesitar cargar con la cruz de la purificación interior. Si Dios parece lejos, es sólo eso: «parece», ya que está tan cerca que te deslumbra y no ves hasta que te acostumbras a percibir su presencia en ti. La fe en este proceso, la esperanza en la resurrección de los cuerpos y la caridad para amar a quien Dios ama, te sostendrán para que puedas llegar al día glorioso en el que Jesús, pronunciando tu nombre, te haga salir de la sepultura.
En el camino hacia Dios, nos acompaña María.
Hermosa verdad…¡¡A Jesús por María!!
Un abrazo, amiga
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