Muchas veces la oración nos abre una ventana al paraiso. Hoy es uno de esos días en que la liturgia de las horas nos hace tocar el cielo.
Ando por mi camino, pasajero,
y a veces creo que voy sin compañía,
hasta que siento el paso que me guía,
al compás de mi andar, de otro viajero.
No lo veo, pero está. Si voy ligero,
él apresura el paso; se diría
que quiere ir a mi lado todo el día,
invisible y seguro el compañero.
Al llegar a terreno solitario,
él me presta valor para que siga,
y, si descanso, junto a mí reposa.
Y, cuando hay que subir monte (Calvario
lo llama él), siento en su mano amiga,
que me ayuda, una llaga dolorosa.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
Himno IV de la hora intermedia, página 868 del Diurnal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén
Los Salmos son de una gran riqueza y también de gran belleza, amiga. También los Himnos de la L. de las HH. En eso coincidimos.
Un fuerte abrazo
http://www.isladesentimientos.es/
«Invisible y seguro compañero».
Preciosa poesia, me gusta mucho, gracias por ponerla.
Un abrazo
Tu vara y tu callado me sostienen…
Tu vara y tu cayado me sostienen … 🙂