“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”.
PANGUE LINGUA
Que la lengua humana
cante este misterio:
la preciosa sangre
y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen
Rey del universo,
por salvar al mundo
dio su sangre en precio.
Se entregó a nosotros,
se nos dio naciendo
de una casta Virgen;
y, acabado el tiempo,
tras haber sembrado,
la Palabra, al pueblo,
coronó su obra
con prodigio excelso.
Fue en la última cena
-ágape fraterno-
tras comer la pascua
según mandamiento,
con sus propias manos
repartió su cuerpo,
lo entregó a los doce
para su alimento.
La Palabra es carne
y hace carne y cuerpo
con palabra suya
lo que fue pan nuestro.
Hace sangre el vino
y aunque no entendamos,
basta fe si existe
corazón sincero.
Adorad postrados
esta Sacramento.
Cesa el viejo rito.
Se establece el nuevo.
Dudan los sentidos
y el entendimiento
que la fe lo supla
con asentimiento.
Himnos de alabanza,
bendición y obsequio;
por igual la gloria
y el poder y el reino
al eterno Padre
con el Hijo eterno
y el divino Espíritu
que procede de ellos.
Santo Tomás de Aquino
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”.
Jesús mismo se ofrece, en su Cuerpo y su Sangre, como la peña firme que dará la razón de ser a toda la vida cristiana. Sin eso no hay vida de Fe, no hay vivencia del Amor, no hay alimento para la Esperanza de eternidad. El “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” se cumple perfectamente en el Jesús que se queda en cada Sagrario del mundo como una Luz que ilumina el andar de los cristianos y como un Alimento que les dará las fuerzas para todas las rutas que deban emprender.
Que Dios te colme de bendiciones.
Con cariño,
Betsi.