La santidad está en la respuesta que damos a Dios. Todos somos llamados, pero no todos respondemos e incluso la respuesta puede tener condicionantes.
¿Quieres ser santo? Ama y di un sí rotundo y total a Dios. A partir de ahí camina con Él y hacia Él.
Mira en el fondo de tu alma, después de despejar el camino hasta ese lugar, encontrarás la Paz y así podrás ser paz para otros. Comienza por ser puro de corazón, no ames nada que Jesús no amaría. Sé libre, rompe las ataduras que te impiden caminar: prejuicios, miedos, mentiras, apegos…Santifícate con la Eucaristía y la oración así conseguirás obedecer sólo al Señor, entonces serás sabio y sabrás que el servicio es fuente de felicidad, ahí comienza tu santidad.
«Señor, recuerdo tu amor y quiero pedirte perdón, porque quisiste para mí una vida más santa, pero yo elegí la tibieza y la mediocridad. Pero no quiero quedarme postrado espiritualmente. Sé que allí está tu mirada de cariño y tus brazos que quieren levantarme. Ten misericordia de mí, Señor, por tu bondad. Perdóname por el mal que hice y por el bien que no quise hacer. Piedad de mí, Señor, piedad de mí, que soy frágil e imperfecto. Tú sabes que te amo. Pero soy débil y vuelvo a caer. Por eso te pido: renuévame por dentro, santifícame, libérame, límpiame de mi maldad y quedaré más blanco que la nieve. Amén. «
«El servicio es fuente de felicidad».
Próximo ya el Niño de Belén, nos prepararemos a recibirle.
Un abrazo.