«Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno»
En él vemos el amor maternal de María y su protección, las madres envuelven a sus hijos en telas para protegerlos.
En él llevamos una marca que nos distingue: imitamos a María en su fe fuerte, en su caridad desbordante, en su ternura infinita, en su esperanza sin límites. Con él María nos da un signo visible de como debe ser nuestra vida: fiel a Dios
«Pídele a la Virgen Madre del Carmen que en la tierra de tu alma anide la buena semilla de la virtud y de la continua conversión. Que el Espíritu Santo, como buen hortelano de tu alma, cuide esos brotes de vida divina y de santidad, que apuntan, quizá, entre las rocas y espinas de tu mediocridad y pecado. Deja que Cristo, como buen grano de trigo, se entierre en lo profundo de tu alma y pueda producir en ti frutos de una mayor y más sincera entrega a Dios. No dejes que tu mediocridad, tus excusas, tus comodidades, tus egoísmos, tus autosuficiencias, tus miedos y dudas, conviertan tu vida cristiana en un páramo árido, estéril e infértil. La rutina en las caídas, el descuido de los detalles aparentemente insignificantes, las pequeñas infidelidades de cada día, la desgana y apatía para las cosas de Dios, esas ocultas vanidades consentidas y, quizá, buscadas, pueden ahogar y secar los árboles más frondosos y los frutos más granados. Si tú quieres, la Virgen del Carmen cuidará siempre ese jardín de tu alma, en donde Dios quiere darte a gustar los frutos de una más sabrosa intimidad». De mater Dei
Debe estar conectado para enviar un comentario.