A María, una mujer que vivió en una aldea llamada Nazareth hace unos dos mil años, la corona Dios por reinar sobre el mal pisándolo. Cualquier tentación que Satanás le insinuaba era rechazada inmediatamente por ella. Su mérito fue hacer la voluntad de Dios y dejarle hacer en su vida su premio ser madre de Dios, pues Él, viendo su belleza y pensando en todos nosotros, se encarnó en ella y se hizo hombre para mostrarnos como debemos vivir siempre libres.
María, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, ruega por nosotros.
Debe estar conectado para enviar un comentario.